lunes, noviembre 23, 2009

La puerta sin cerrojo

Después de mucho tiempo, les traigo una historia de Robert Strend que gentilmente me la alcanzara el Polako:

En Glasgow, Escocia, una joven, como muchos de los adolescentes de hoy, se cansó de su hogar y de las restricciones que le imponían sus padres.  Así mismo, rechazaba el estilo de vida religiosa de su familia, y dijo: 


__"No quiero a su Dios. Renuncio. ¡Me marcho!"

Dejó su hogar, decidida a convertirse en una mujer de mundo. Poco después, sin embargo, estaba en la miseria y no conseguía un empleo. Se dedicó entonces a recorrer las calles para vender su cuerpo como prostituta.

Transcurrieron los años, su padre murió, su madre envejeció y ella se aferraba cada vez más a su modo de vida. No hubo ningún contacto entre madre e hija durante aquellos años. La madre, al enterarse de donde vivía su hija, se dirigió a aquella sección abandonada de la ciudad en busca de ella.  Se detenía en cada una de las misiones de socorro con una sencilla petición.
 

__"¿Me permite fijar esta fotografía en la cartelera?" 

Era una fotografía de la madre, sonriendo y con los cabellos grises, con un mensaje escrito a mano en la parte inferior: "No he dejado de amarte... ¡regresa a casa!"

Transcurrieron algunos meses y no sucedió nada. Un día, la hija entró en una de las misiones de rescate para recibir una comida que necesitaba con urgencia.  Se sentó distraídamente a escuchar el oficio religioso, mientras dejaba que su mirada errara por la cartelera de anuncios. Allí vio la fotografía y pensó: ¿Podría ser mi madre?. Sin poderse contener hasta que terminara el sermón, se puso de pie y fue a mirar de cerca el anuncio...  Era de su madre y contenía aquellas palabras: "No he dejado de amarte... ¡regresa a casa!"

De pie frente al retrato lloró de emoción, pues no podía creer que algo tan maravilloso le sucediera a ella. Ya era de noche, pero se sintió tan conmovida por el mensaje que comenzó a caminar hacia su hogar.  Llegó a la madrugada. Sentía temor y avanzaba tímidamente, sin saber realmente qué hacer. Cuando llamó a la puerta, ésta se abrió de par en par. Pensó que algún ladrón había entrado antes.  Preocupada por la seguridad de su madre, corrió hacia su habitación y la encontró dormida. La sacudió para despertarla y le dijo:


__"¡Soy yo, soy yo, estoy en casa!".

La madre no podía creer lo que veía. Se secó las lágrimas y se estrecharon en un fuerte abrazo. La hija le dijo 


__"¡Estaba tan preocupada! La puerta estaba abierta y pensé que había entrado un ladrón."

La madre respondió dulcemente:


__"No, cariño. Desde el día que te marchaste, la puerta nunca ha tenido cerrojo".