viernes, septiembre 29, 2006

Sobre los miedos

Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mi mismo.
Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.
Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mí.
Temía que me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mi mismo.
Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.
Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mi mismo.
Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.
Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.
Temía al cambio, hasta que vi que aún, la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.

Hagamos que nuestras vidas cada día tengan mas vida y si nos sentimos desfallecer no olvidemos que al final siempre hay algo más.

El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.

Mírate a ti mismo...

- "Cuando mires a tus compañeros, procura mirarte a ti mismo", dijo el maestro al discípulo.

- "Pero, ¿no es una actitud egoísta?", cuestionó el discípulo. "si nos preocupamos por nosotros mismos, jamás veremos lo que los otros tienen de bueno para ofrecer".

- "Ojalá siempre consiguiéramos ver las cosas buenas que están a nuestro alrededor", contestó el maestro, "pero, en verdad, cuando miramos al prójimo estamos sólo buscando defectos. Intentamos descubrir su maldad, porque deseamos que sea peor que nosotros.

Nunca lo perdonamos si nos hiere, porque creemos que jamás seríamos perdonados por él. Conseguimos herirlo con palabras duras afirmando que decimos la verdad, cuando apenas estamos intentando ocultarla de nosotros mismos. Fingimos que somos importantes para que nadie pueda ver nuestra fragilidad".

"Por eso, siempre que estés juzgando a tu hermano, ten conciencia de que eres tú quien esta en el tribunal".

Jesús dijo: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra".